lunes, 7 de noviembre de 2011

Pongamos que he vivido.

Para nacer (pongamos que he nacido)

necesite de un bosque ya poblado

una cabaña fría, un leñero vencido

pantalones de lana y pan tostado.


Necesite mirar por la ventana

Saber de los cristales por el ruido

Que hacia un colibrí que rebotaba

Pensando que mi nido era su nido.


Aprendí del silencio, por el frio

Si la chispa moría en humedades

Y ningún crepitar amanecía

Arrastrando el calor y sus bondades.


Pero supe también de la alborada

De la vida poeta y mal rimada

De mis sueños debajo de la almohada

De mi abuela, los trenes y la nada.


Me probé maquillaje de payaso

Cuando sentí el fracaso de mi risa

Adolecí entre sombras, malos pasos

Y la parte caliente de la brisa.


Tal vez soñé morirme antes de tiempo

Ignorando el sentido de la vida

Agrediéndome siempre cuerpo a cuerpo

Regando mugre sobre mis heridas.


Rimé temprano fuera de la escuela

Mi nueva soledad manchaba en verso

Llene cuadernos de falsas promesas

Sobre mi amor, mi lucha y mi universo.


El bronce de las cuerdas le dio alas

A mi letra sedienta de sonrisas

A mi “ya no estar solo” de mentira

“mi final no traiciona”, porque avisa.


Escribí tanto ardor que ya no hay cura

Que remiende lo fino del pellejo

Y de tanto llamar a la locura

No se cual es mi lado del espejo.


Para morir (pongamos que he vivido)

Tengo tanta pasión que me devora

La muerte vive en todo lo que amamos

Hasta el grito final, de nuestra hora.

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